Nutrición

Expertos alertan sobre el impacto del consumo de ultraprocesados en la población infantil

¿Te preocupa lo que comen los niños en casa o en la escuela? No estás sola ni solo. Los alimentos ultraprocesados están en todas partes y, según investigaciones recientes, en algunos países llegan a aportar hasta el 67% de las calorías diarias en la infancia. Esto desplaza alimentos reales y deja menos espacio para lo que sí nutre.

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La evidencia de 2025 es clara. Un alto consumo de ultraprocesados se relaciona con obesidad, más riesgo de diabetes tipo 2, alteración de la microbiota, problemas de concentración y un mayor riesgo futuro de enfermedades crónicas. No se trata de culpas, se trata de información y decisiones posibles. Aquí encontrarás pautas prácticas, asequibles y pensadas para la vida real.

Qué son los ultraprocesados y por qué afectan tanto a la niñez

Un alimento ultraprocesado es un producto fabricado industrialmente con muchos ingredientes. Suele incluir azúcares añadidos, harinas refinadas, grasas de baja calidad y una batería de aditivos para dar color, sabor, textura y larga vida útil. Ejemplos comunes son cereales azucarados, galletas, bebidas azucaradas, snacks salados, postres lácteos saborizados y listas interminables de “barritas” o “bebidas energéticas”.

Esto no es lo mismo que un alimento fresco o mínimamente procesado. Una manzana, un yogur natural, un huevo, unas legumbres cocidas o un pan integral simple aportan nutrientes reales, fibra y saciedad. En cambio, muchos ultraprocesados concentran calorías vacías y desplazan los alimentos que más protegen la salud.

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En la infancia, este desplazamiento pesa el doble. Los niños necesitan vitaminas, minerales, proteínas de calidad y fibra para crecer, aprender y jugar. Cuando la dieta se llena de productos con mucho azúcar y sodio, el paladar se acostumbra a lo muy dulce o muy salado. Esa preferencia se consolida, se pide más de lo mismo y se cierran puertas a sabores naturales como el de la fruta o las verduras.

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La mezcla de azúcares, grasas refinadas y aditivos altera señales de hambre y saciedad. Es más fácil comer de más. El resultado se ve en el peso, el ánimo y la energía del día.

Cómo identificar un ultraprocesado en 10 segundos

La etiqueta es tu aliada. Si la lista de ingredientes es muy larga o incluye palabras que no usarías en tu cocina, es probable que sea un ultraprocesado. La presencia de azúcares añadidos como jarabes, dextrosa o maltodextrina, junto con edulcorantes y colorantes, delata una formulación diseñada para el gusto, no para nutrir. El glutamato monosódico y otros potenciadores del sabor son otra pista.

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Mira el primer ingrediente. Si aparece azúcar o harinas refinadas, es una señal clara de baja calidad nutricional. Desconfía de los reclamos para niños, los envases coloridos o las promesas de vitaminas. El marketing infantil no es garantía de buen alimento.

¿Cuánto comen los niños hoy y qué desplaza en su plato?

Expertos reportan que, en varios países, los ultraprocesados aportan hasta el 67% de la energía diaria en niños. Esa cifra no solo asusta, explica por qué vemos más antojos y menos apetito por lo natural. Cuando el plato se llena de productos de bolsa o bebidas azucaradas, se desplazan la fruta, la verdura, las legumbres, los frutos secos y los lácteos simples.

Este patrón puede causar deficiencias de vitaminas y minerales, menos fibra y peor calidad de grasa. El cuerpo nota la diferencia, sobre todo en etapas de crecimiento rápido.

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Por qué resultan tan adictivos para niños y adultos

Muchos ultraprocesados tienen alta palatabilidad, es decir, una combinación precisa de dulce, salado y grasa que activa el sistema de recompensa del cerebro. Se encienden ganas de repetir y es difícil parar. Si además están presentes en casa y escuela, se convierten en la opción fácil.

La adicción a ultraprocesados ya se reconoce como un problema de salud pública. No es falta de voluntad, es biología y un entorno que empuja. La buena noticia es que mejorando el ambiente y ofreciendo alternativas ricas, el apetito se reordena.

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Efectos en la salud infantil confirmados por expertos en 2025

La ciencia de los últimos años es consistente. Una dieta alta en ultraprocesados se asocia con obesidad, mayor riesgo de diabetes tipo 2, alteración de la microbiota, problemas de concentración y aprendizaje y más riesgo futuro de enfermedades crónicas. Estudios de seguimiento han observado aumentos más rápidos de peso e IMC en niños que consumen más productos de este tipo, sobre todo cuando abundan los refrescos y los snacks energéticos.

La clave no es un producto aislado, sino el patrón repetido en el día a día. Si la base es real y lo procesado es ocasional, el cuerpo responde mejor. Cuando ocurre al revés, aparecen señales de alarma.

Obesidad infantil, IMC y riesgo de diabetes tipo 2

El consumo frecuente de ultraprocesados favorece el aumento rápido de peso y un mayor IMC en la infancia. Esto eleva el riesgo de resistencia a la insulina y diabetes tipo 2 con los años. Las bebidas azucaradas y los snacks densos en energía suman calorías sin saciedad y desplazan proteínas y fibra.

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El problema es doble: más calorías y peor calidad. El cuerpo pide más, pero recibe menos de lo que necesita.

Microbiota intestinal, inflamación y alergias

La microbiota es el conjunto de microorganismos que viven en el intestino. Una dieta rica en ultraprocesados puede alterarla, reducir su diversidad y favorecer inflamación. Esto se relaciona con más alergias y molestias digestivas, como distensión o irregularidad intestinal.

Los azúcares libres, las grasas de baja calidad y ciertos aditivos afectan este equilibrio. En cambio, fibra, fermentados y alimentos reales ayudan a recuperarlo.

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Cerebro, concentración y rendimiento escolar

Los picos y caídas de glucosa después de alimentos muy dulces afectan la atención. Aditivos como colorantes y potenciadores del sabor, incluido el glutamato monosódico, se han asociado a dificultades de concentración, hiperactividad en algunos casos y bajo rendimiento escolar. La relación no es igual en todos, pero el patrón es claro: lo que comen influye en cómo piensan y sienten.

Una base de comida sencilla, con proteína, fibra y agua, estabiliza la energía y el ánimo.

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Riesgos a futuro: corazón y ciertos cánceres

La alimentación de la infancia deja huella. El exceso de ultraprocesados favorece inflamación crónica, dislipidemias y obesidad, camino que aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular y algunos cánceres a largo plazo. Cambiar temprano no solo mejora el presente, también protege el futuro.

La prevención empieza en la lista de la compra y en el menú de la escuela.

Cómo reducir ultraprocesados en casa y escuela sin gastar más

No hace falta prohibir, conviene sustituir. Empezar por el agua, la fruta entera, el yogur natural, el pan integral de pocos ingredientes, las legumbres y los huevos. Preparaciones caseras sencillas, como tortillas, ensaladas con legumbres o avena con fruta, resuelven desayunos y cenas con poco presupuesto.

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En loncheras, piensa en colores y saciedad. Una pieza de fruta, un yogur natural, frutos secos según edad y normas, y un sándwich de pan integral con queso o huevo cocido. En menús escolares, sopas de verduras, guisos con legumbres y agua como bebida principal hacen la diferencia.

Cambios simples al comprar y cocinar

Elige agua en lugar de refrescos. Cambia galletas por fruta. Prefiere yogur natural frente a postres azucarados. Sustituye bollería por pan integral de pocos ingredientes con aceite de oliva o queso. Cocinar por tandas, planificar dos básicos por semana y congelar rinde y ahorra.

Un domingo de una hora puede dejar lentejas, arroz integral y pollo desmenuzado listos para varios días.

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Lectura rápida de etiquetas para familias ocupadas

Ve a lo simple. Prioriza productos con pocos ingredientes y nombres conocidos. Evita azúcares añadidos en los primeros lugares de la lista. Desconfía de edulcorantes en productos dirigidos a niños. Siempre que puedas, elige lo que no necesita etiqueta, como fruta, verduras, huevos o legumbres secas.

Si dudas entre dos opciones, gana la que tenga menos azúcar y más fibra.

Hábitos que protegen el apetito y el ánimo

Los desayunos con proteína y fibra estabilizan la mañana. Mantén horarios regulares, sueño suficiente y juego activo a diario. Deja las pantallas fuera de la mesa para escuchar el hambre y la saciedad. Evita usar la comida como premio o castigo, crea tensión y refuerza el antojo.

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En adolescentes, evita bebidas energéticas. La combinación de cafeína y azúcar no ayuda ni al foco ni al descanso.

Escuela y comunidad: reglas que facilitan mejores elecciones

Pide menús escolares con alimentos frescos y agua como bebida. Limitar la venta de ultraprocesados cerca de escuelas cuida a todos. La publicidad infantil debe regularse, y los impuestos a bebidas azucaradas y el etiquetado frontal claro ayudan a familias y comercios a decidir mejor.

La salud de la comunidad mejora cuando el entorno da opciones sencillas y justas.

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Margarita Martinez
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Margarita Martinez

Margarita Martínez es enfermera y redactora apasionada por el bienestar. Escribe sobre temas de estilo de vida, adolescencia y salud, combinando su experiencia clínica con una mirada cercana y humana.