La dieta mediterránea es ideal para la prevención de la diabetes

Escrito por Maria Guerrero

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La diabetes es una enfermedad que, según los últimos estudios epidemiológicos publicados por la OMS y la FID (Federación Internacional de Diabetes), afecta a 422 millones de personas en todo el mundo entre los 20 y los 79 años, con una tendencia al alza constante (las proyecciones indican que para 2035 habrá 629 millones de diabéticos) concentrada en los países en desarrollo y emergentes, principalmente en Asia y en los Estados Unidos. Europa muestra menores incrementos porcentuales, pero aun así muy significativos.

La incidencia es mayor en los países con una dieta rica en grasas y azúcares refinados y un estilo de vida sedentario. De hecho, la obesidad aumenta la resistencia a la acción de la insulina, estimula la producción de hormonas del tejido adiposo y de sustancias con actividad inflamatoria, lo que también conduce a un aumento de los niveles de azúcar en sangre. La asociación del sobrepeso, con el aumento de los triglicéridos, una presión arterial más alta (síndrome metabólico), representa un factor de riesgo para la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.

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Dos estudios, uno finlandés y otro estadounidense, han demostrado que una reducción de peso de alrededor del 7% lograda mediante cambios en el estilo de vida ha sido capaz de reducir en un 58% el riesgo de contraer diabetes en personas predispuestas a la enfermedad.

En la diabetes tipo 2, que requiere un control constante del azúcar en sangre, la dieta mediterránea ha demostrado ser la más adecuada: baja en azúcares refinados, contiene carbohidratos complejos de absorción intestinal lenta, muchas fibras vegetales poco solubles, pequeñas cantidades de grasa, principalmente de origen vegetal, con muy pocos componentes de grasas poliinsaturadas. Todos estos factores ayudan a mantener bajos los niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos en la sangre y a reducir el estrés oxidativo, que es el proceso que daña las arterias y causa el envejecimiento.

Los alimentos clave son el aceite de oliva, que puede mejorar la respuesta a la acción de la insulina de las células de los tejidos y así reducir el azúcar en la sangre; abundantes porciones de verduras y frutas, ricas en fibra que retrasan la absorción intestinal de los azúcares y ayudan a mantener el microbioma intestinal en equilibrio. Y luego pasta de trigo duro, legumbres y pescado azul, rico en ácidos grasos Omega 6 y Omega 3, fundamentales en la reducción de las grasas libres que circulan en la sangre (triglicéridos), en la protección de las membranas celulares y con una potente acción antiinflamatoria.

Casi todos los platos típicos de nuestras tradiciones regionales reconocen estos ingredientes. Desde puré de habas con achicoria de Apulia hasta pasta con pan rallado y nueces de Basilicata, tartas de verduras de Liguria, gachas de garbanzos, fregola de Cerdeña, cuscús de pescado siciliano, para terminar con mil recetas de bacalao seco o anchoas y sardinas.

Atención a la asociación de nutrientes: un sándwich de 100 g relleno con 50 g de jamón cocido eleva los niveles de azúcar en sangre muy por encima del mismo sándwich que se

come con 50 g de judías borlotti o canelini. Un sándwich, o una galleta, una pizza preparada con levadura madre y no con la levadura común de la cerveza tiene un poder hiperglucémico más bajo.

La elección de los alimentos debe ir acompañada de una actividad física adecuada a la edad y a la capacidad, constante a lo largo del tiempo y no inferior al equivalente de unos 8.000 – 10.000 pasos al día.

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