¿La obesidad daña el cerebro?

No es nuevo que la obesidad tenga un fuerte impacto negativo en la salud. Sin embargo, no está del todo claro cuán extensos son estos efectos. Para añadir una pieza más al rompecabezas sobre el tema es un estudio que será presentado en la próxima reunión de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA), a partir de hoy en Chicago, según el cual existe una relación entre la obesidad adolescente y algunas alteraciones en ciertas áreas del cerebro, potencialmente relacionadas con los procesos inflamatorios.
Los efectos de la obesidad en la salud
El aumento de peso no es el único problema relacionado con la obesidad. Esta condición puede llevar al desarrollo de diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y también aumentar el riesgo de cáncer. Desde hace algún tiempo también se habla de la asociación entre obesidad e inflamación crónica, como posible mecanismo subyacente a las complicaciones del sobrepeso.
El estudio que se presentará en Chicago se centró precisamente en esto, tratando de entender si la obesidad podría llevar a la inflamación incluso a nivel del sistema nervioso y con qué consecuencias. Para ello, los científicos utilizaron un tipo especial de imágenes por resonancia magnética, que les permitía analizar inflamaciones y posibles lesiones trazando la trayectoria de las moléculas de agua a través de la materia blanca (la sustancia, rastreable hasta la mielina, a través de la cual viaja la información nerviosa).
En el cerebro de los adolescentes
Los investigadores enviaron una muestra de 120 adolescentes entre las edades de 12 y 16 años, la mitad de ellos con problemas de obesidad, a la RMN. A continuación, el equipo utilizó una unidad de medida, la anisotropía fraccionada o AF, como indicador de las variaciones observadas en la materia blanca y, por lo tanto, del daño observado.
Una FA menor se traduce en un mayor daño cerebral, un aumento de la FA, por el contrario, es sinónimo de un aumento de la materia blanca, pero este caso no se ha detectado en ninguno de los adolescentes con problemas de obesidad.
En estos niños los científicos observaron una reducción de la FA localizada en el cuerpo calloso, el área que conecta los cuatro lóbulos del cerebro, y en la corteza orbitaria frontal. Esta última área del cerebro es responsable por el control emocional, el sistema de recompensa y el apetito, como explica Pamela Bertolazzi, coautora del estudio e investigadora biomédica de la Universidad de São Paulo, Brasil.
Cerebro, hormonas e inflamación
Los investigadores también han demostrado una asociación entre los cambios cerebrales y ciertas sustancias, como la leptina, una hormona producida por las células grasas que regula los niveles y reservas de energía, o la insulina, que regula la cantidad de azúcar en la
sangre. Los obesos pueden desarrollar resistencia a estas sustancias: de hecho, sus células no responden a la acción de estas hormonas, con el efecto, por ejemplo, de retrasar la sensación de saciedad y seguir comiendo incluso cuando las reservas de energía son suficientes. «También hemos observado una asociación positiva con algunos marcadores de inflamación, lo que nos lleva a creer que se trata de un proceso de neuroinformación que está detrás del desarrollo de la resistencia a la insulina y la leptina», comenta Bertolazzi. Eso especifica cómo se necesitarán más estudios sobre el tema, por ejemplo, repitiendo las IRM en la misma muestra de adolescentes después de los programas de pérdida de peso, a fin de comprender si los cambios cerebrales asociados con la obesidad son reversibles o no.
Entender la obesidad significa entender un problema global. En 2016, según la Organización Mundial de la Salud, había 41 millones de niños menores de 5 años afectados por el trastorno.